Dios creó perfecto el matrimonio
En el debate sobre el matrimonio gay y otros tópicos relacionados, que en estos momentos ocupa los principales espacios de los medios de comunicación en Estados Unidos y gran parte del mundo; hay que decir que el tema es de gran relevancia y es vital para el bienestar de la sociedad a nivel mundial. La discusión se puso caliente, a raíz de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, de legalizar la unión matrimonial entre parejas del mismo sexo. Pero ya la discusión estaba, 36 estados la habían legalizado y 14 se negaban. Con la decisión de la corte todos los estados están obligados a reconocer dicha unión; es decir, los estados no tienen más opción que la de plegarse o enfrentar el peso de la ley. Aunque todavía queda la vía de la apelación, la cual debe hacerse en las siguientes dos semanas, es difícil que la Corte eche hacia atrás la controversial decisión.
Existen varios grupos sociales que solamente reconocen el matrimonio entre un hombre y una mujer, uno de ellos es el cristianismo. Para los cristianos el único vínculo matrimonial válido es el instituido por Dios desde los tiempos de la creación. Basándose en la Biblia, ellos miran hacia el Génesis, primer libro del Pentateuco, donde se narra la historia del comienzo de todas las cosas. Según cuenta su autor, Dios creó al ser humano y lo puso en el huerto del Edén, ordenándole que se multiplicara. De acuerdo con Génesis se ve como los patriarcas y los cabeza de familia, lo ejemplificaron en la formación de los primeros clanes. La cita bíblica más importante viene desde la historia de la creación, la cual dice:
“Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
El texto pudo haber concluido al final de la segunda línea, sin embargo añade: “varón y hembra los creó” ¿A qué se debe este énfasis? Se trata de una frase aclaratoria, como si el autor estuviera haciendo una observación. Dios creó a los seres humanos, varón y hembra, distinto el uno del otro, con una sexualidad diferente para que se unieran en matrimonio para formar la familia y así cumplir con el propósito de perpetuar la raza. Siendo el matrimonio instituido por Dios entre un hombre y una mujer, todo intento de cambiar este orden, es ilegítimo y profano.
Génesis 1:27 no es el único texto que contiene la evidencia de la institución del matrimonio. Todo el capítulo 2 de este libro narra la forma como Dios constituyó el primer hogar y subraya la sentencia que ha regido a la unión matrimonial de generación en generación:
“Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
Esta sentencia fue confirmada por Jesús cuando los judíos lo cuestionaban acerca del divorcio. Él les respondió en aquella ocasión:
“¿No habéis leído que el que los hizo al principio, «hombre y mujer los hizo», y dijo: «Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne»?
Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (Mateo: 19:4-6).
Para Jesús los decretos de Génesis sobre la familia no son imaginarios ni son místicos, cuentos de Ada como se atreven a decir algunos. Pero lo cierto es que se trata de lo establecido por el Padre y bajo ninguna circunstancia debe ser violado, por eso deja claro que Génesis 2:24 no está allí por casualidad, esa es la voluntad de Dios para los humanos, el matrimonio es entre un hombre y una mujer y tal unión es permanente. Aunque existen algunas causas que justifican el divorcio, el fin de todo casamiento es que la pareja permanezca unida hasta que la muerte los separe; esto es lo que significa, “lo que Dios juntó no lo separe el hombre”.
La Corte Suprema de Justicia, al redefinir el matrimonio legalizando la unión entre dos personas del mismo sexo que supuestamente se aman, se convierte en el dios que la mayoría desea tener. Se trata de un dios que no es Dios, el dios que en una conciencia cauterizada da legitimidad a la poligamia, hace legal el incesto, convierte el aborto en un derecho y legaliza una droga bajo el alegato de que su expendio será controlado. Muchos de estos tópicos todavía están en discusión pero ¿Quién me puede asegurar que la corte que fue capaz de poner a un lado a Dios para dar al traste con el matrimonio bíblico, no hará lo mismo con estos puntos éticos tan importantes? Nadie lo puede asegurar; es más, afirmo que los organismos de justicia seguirán ese mismo derrotero en un futuro no lejano.
El matrimonio es mucho más que la unión entre un hombre y una mujer. Dios nos está enseñando a través de él. No olvidemos que Dios nos ve como nuestro Padre, él estableció la unión matrimonial para que la pareja se exprese amor y para que de su relación íntima nazcan los hijos. Los hijos al nacer dependen de los padres, aprenden a respetar al padre y a la madre, y en un ambiente saturado de amor, ellos se someten de buena gana a la autoridad de sus progenitores. Dios nos creó para que establezcamos esa sana relación con él. Este propósito no se puede concretizar en una unión homosexual, hombre con hombre o mujer con mujer.
El matrimonio instituido por Dios es tan sagrado que se usa para simbolizar la unión mística entre Cristo y su Iglesia. Hablo del misterio revelado por Pablo en Efesios 5:21-33. En este fragmento de esta importante epístola, el santo apóstol compara el amor entre el esposo y la esposa con el amor que Cristo mostró a su Iglesia. Puntualiza:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25).
Este es el misterio, Cristo se entregó, dio su vida por su iglesia para presentársela a sí mismo pura. Y así, Pablo nos va llevando de nuevo a Génesis cuando dice al hombre que ame a su mujer como a su mismo cuerpo, porque el que ama a su mujer a sí mismo se ama. Entonces conecta con el suspiro de Adán cuando el Padre le introdujo a Eva:
“porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne” (vv. 30, 31).
Para el cristiano verdadero no existe otra unión matrimonial aceptable fuera del relato de Génesis, esta es la única unión conyugal que reconocemos, la cual fue afirmada por Jesús y enseñada por la iglesia a través de los tiempos. Matrimonio tradicional no define con justicia lo que aquí sostenemos, la tradición puede ser una cosa para algunas sociedades y puede tener significado diferente para otras. Unas sociedades son polígamas y otras son promiscuas. Matrimonio bíblico son las palabras que definen lo que creemos y aceptamos. Cuando un hombre y una mujer se unen legítimamente ante Dios y los hombres, obedecen lo que Dios estableció desde el mismo día de la creación del ser humano. Además, este enlace conyugal representa el matrimonio espiritual de Cristo con la iglesia, relación que será perfecta cuando se lleven a cabo las bodas del Cordero en el tiempo final (véase apocalipsis 19:7, 8).
Partiendo de este hecho tenemos bases sólidas para asumir un papel responsable y rechazar todo intento de violación a la ley de Dios. Como cristianos tenemos que decir a quienes certifican como válido el matrimonio gay y a quienes lo practican, que la forma como Dios ve la relación sexual entre personas del mismo sexo, es como una abominación y aunque todas las cortes de justicia del mundo digan que está bien, todavía sigue siendo pecado, todavía los que justifican esta clase de pecado, los que hacen causa común con ellos, tendrán que rendir cuenta a Dios el día del juicio final.
Sin embargo, practicar la homosexualidad no hace a la persona más pecadora que las demás. Solemos llamar a quienes han adoptado este estilo de vida, personas perversas, degeneradas; pero las Escrituras dicen: “no hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:10). “Y tú, hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo, ¿piensas que escaparás del juicio de Dios? ¿A quién se refiere este potente verso? Al pecador en general, por supuesto. Se encuentra en la misma situación el criminal, el borracho, el que se endroga, el que practica la hechicería, los que adoran ídolos, el que miente, el que viola, el que secuestra, el que comete adulterio, el que fornica, el que comercia con el sexo, el que roba, el que blasfema, el que se opone a la palabra de Dios y pecados similares a estos, estén o no estén en las Escrituras.
En base a esto, reconociendo que Dios es amor y que él ama inmensamente a sus criaturas, y que envió a su Hijo Jesucristo a salvar a todo el mundo por medio de su muerte en la cruz, los cristianos debemos mantener firme el mensaje de que en Cristo hay salvación, hay perdón y reconciliación, si el pecador se arrepiente de sus pecados y acepta a Cristo como su Señor y Salvador personal.
- Debemos reconocer que el rechazo a la persona gay es más cultural que bíblico. Puedo recordar por lo menos a dos o tres jóvenes gay que vivían en mi barrio, en Santiago, República Dominicana; cada vez que uno de ellos salía a la calle, se escuchaba el vocerío, las risas y las burlas de la gente, insultándolo con cuantos improperios se les ocurría. Con razón los pobres muchachos casi no salían de sus casas y si salían, lo hacían de noche. Cuando venimos a la iglesia se supone que el nuevo nacimiento afecta todo nuestro ser, el cambio realizado por Jesús en nuestras vidas nos convierte en gente amorosa, compasiva y dedicada; pero lamentablemente, casi nunca es así, cuando alguien del bajo mundo, de acuerdo a nuestros estándares sociales, viene a la iglesia, somos los primeros en quitarnos de su lado para no contaminarnos. En Cambio, La Biblia presenta a un Dios amoroso, compasivo y misericordioso; de hecho Jesucristo era especialista en el bajo mundo ¿olvidamos que sus enemigos lo acusaban de ser amigo de publicanos y pecadores? Basta con darle una ojeada a historias como la de Zaqueo (Lucas 19), la mujer adúltera (Juan 8), la mujer promiscua (Juan 4), la mujer del perfume en casa de Simón, el encuentro con los leprosos y muchos casos de personas que fueron rechazadas por la sociedad de su tiempo, pero que encontraron en Jesús la restauración de sus vidas y, lo más importante, la salvación eterna.
- Es cierto que los cristianos no debemos aceptar ni ceder a las presiones de quienes tratan de amedrentarnos. Sabemos que están tratando de taparnos la boca y no debemos tolerarlo; posiblemente nuestra determinación de mantener intacta la sana doctrina, nos meterá en problemas; puede ser cárcel, multas, enfrentar demandas e inclusive la muerte. El hecho de que mantengamos canales de comunicación para acercarnos a los marginados por el pecado, no quiere decir que aceptamos lo que ellos creen y hacen; debemos aprender a amar a las personas, aun cuando no estemos de acuerdo con su estilo de vida ni con sus convicciones. El amor de Dios derramado en nuestros corazones puede superar las barreras sociales, el odio racial y echar fuera nuestros temores. Las personas en necesidad de salvación deben escuchar de nuestros labios que hay esperanza para ellos. Las buenas noticias de salvación por medio de Jesucristo es la única opción que le queda a la humanidad.
- El cristiano debe entender el carácter de la época en que vivimos. Para muchos creyentes parece como si el mundo se le hubiese acabado, han reaccionado en forma inapropiada ante la decisión de la suprema corte de justicia norteamericana que valida el matrimonio gay. Esto demuestra que los cristianos no estamos preparados para enfrentar contingencias. Jesús habló de la característica de los últimos tiempos, él dijo que como los días de Noé y los días de Lot, así serían los días de su venida. Aquellos fueron día de violencia, de depravación sexual, de socavamiento del matrimonio, de homosexualismo y de cuantos males la mente del hombre pudo inventar. Si usted observa el acontecer mundial y lo compara con Génesis capítulo seis (días de Noé) y capítulo 19 (días de Lot), le aseguro que no tendría ninguna duda de que este es el tiempo profetizado por Jesús. Nuestro Señor viene pronto. Mientras tanto la Iglesia pasará por un período de prueba terrible, el mundo entero literalmente se volcará contra Israel y contra los cristianos. Pedro escribió que no debemos sorprendernos cuando pasamos por alguna prueba como si esto fuera algo raro (1 Pedro 4:12-13), las pruebas y las persecuciones son eventos normales en la vida del cristiano y debemos orar siempre, deseando ser fortalecidos en caso que nos venga alguna persecución o maltrato a causa del nombre de Cristo.
El homosexualismo y cualquier otro pecado cometido por el hombre, tiene solución en Dios. Ni la iglesia ni el cristiano de manera individual debe cerrar la puerta del diálogo con la gente de su comunidad. Somos el pueblo de Dios y como tal debemos ser modelos para que otros conozcan el verdadero amor a través de nosotros, me refiero al verdadero amor, al que triunfó en la cruz y jamás ha podido ser superado. Ese amor viene de Dios y, como dice Pablo en Romanos 5:5, ese amor “ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Amén.